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Las confusiones sobre el 711

Las confusiones sobre el 711

Jamás se descubriría nada, si nos consideraremos satisfechos con las cosas descubiertas

Séneca

Cuando se publicó mi libro Andalucía como matria (año 2006) había oído hablar de Emilio González Ferrín[1], pero aún no había leído nada de él. Mi libro fue escrito por un impulso personal, no resultado de una concienzuda investigación académica, sino resultado de numerosas lecturas históricas pues, desde la edad escolar, nos contaron tantas historias fantásticas e, incluso, versiones un tanto infantiles sobre la historia, que ello me motivó a escribirlo.

Posteriormente, pude leer libros del profesor Ferrín que me aportaron datos ignorados y confirmaron que lo escrito por mi respondía a un razonamiento lógico. Por esta razón he ido leyendo sus libros y artículos para ilustrarme en el conocimiento de la historia, con cuto conocimiento he decidido escribir este artículo.

Situándonos en la cumbre que marca la fecha del año 711, podemos ojear en la historia a ambos lados que nos permita contemplar el paisaje al completo. No es lo mismo lo acontecido en el Oriente Mediterráneo que en el Occidente europeo de aquellas fechas.

A pesar de que, desde la antigüedad, el Mediterráneo fuese un espacio común entre el Oriente y Occidente, los conflictos políticos y bélicos, así como la crisis religiosa protagonizados en los Imperios Bizantinos y Persa, fueron muy diferentes a lo sucedido en Occidente, al menos en los acontecimientos propios de cada lugar y sus protagonistas. Las formas tribales de Asia eran diferentes, tanto en sus componentes étnicos como idiomáticos, a los acontecido en suelo europeo.

Recapitulando, en la Península Ibérica en aquellos tiempos todavía existía la presencia de población romanizada, presencia bizantina, visigoda, ibérica, etc., y también comunidades religiosas como la judía, arriana, católica, pagana, etc.

Con todos estos precedentes vayamos al grano. En aquellos tiempos se  sucedían en el poder los reyes visigodos, unos seguidores de la iglesia arriana, otros de la iglesia trinitaria (católica), pero fue la conversión al catolicismo de Recaredo la que consolidó el poder de la Iglesia Católica sobre la monarquía visigoda. También lo que suscitara la conflictividad entre las diferentes comunidades religiosas y territorios peninsulares.

Ahora bien, si cogemos como referencia el año 710, el momento en que produjo la ruptura histórica, causante de la pretendida conquista  Hroþareiks o Rodericus (conocido posteriormente como Rodrigo) dux de la Bética y, al parecer, nieto de Chindasvinto, fue elegido y proclamado rey en Toledo por el Senatus de la aristocracia visigoda, tras la muerte de Witiza. No se sabe con certeza si se había sublevado previamente contra dicho rey, venciéndolo, pero sí que consiguió la mayoría de los apoyos en la asamblea electoral de los nobles. Era, por tanto, el rey legítimo, según el derecho visigodo[2].  

Y fue con este rey, Don Rodrigo, con el que se inicia, según la historia fantástica, la invasión o conquista árabe. Según una leyenda muy improbable, Don Julián, gobernador visigodo de Ceuta, cuya hija, la Caba, habría sido violada por Rodrigo, habría proporcionado ayuda logística al ejército musulmán.

Así que debido a esta mancha sobre el “honor” de la “Caba, el Conde don Julian facilitó la entrada de Musa ibn Nusayr y de Táriq ibn Ziyad, junto a sus tropas, para conquistar el Reino Visigodo y los territorios peninsulares. 

Vamos a puntualizar: en tres años los susodichos generales o gobernantes árabes lograron llegar casi hasta los Pirineos. Una hazaña imposible de creer, y menos montados a caballo y, especialmente, con el protagonismo de un personaje tan mayor como el de Musa Ibn Musair que, según todos los datos, contaba con más de 80 años.

Otra de la historia difícil de creer es que, en tan poco tiempo, pueda cambiarse de religión (musulmana) e idioma (árabe) y los sistemas de poder en un territorio tan amplio y complejo como el de la Península Ibérica, sobre todo cuando ya preexistían sistemas y organizaciones políticas y militares capaces de defender el territorio y sus instituciones.

Está claro, por lo que cuenta la historia, que la presencia de personas o comunidades árabes debió de haber desde los tiempos de Roma, gente que podrían comunicarse en su lengua nativa (árabe) pero escribir en latín o griego, como lo hacían los árabes de Siria. Hay que tener en cuenta que Roma controlaba los dominios de Siria e incluso hubo un emperador de origen árabe: Marco Julio Filipo (Marcus Iulius Philippus) nacido en la Shahba, cerca de Damasco. A estas comunidades árabes se les denominó en los libros de historia como “sirios”, ni más ni menos. Lo normal de estas comunidades es que, al no existir el árabe escrito, dominaran la lengua oficial (latín o griego) más su propia lengua madre. De este modo vamos despejando algunos misterios.

Otro dato es la religión seguida por esta “comunidades sirias”. Como el Islam no existiera en los tiempos romanos, ni en un largo periodo de Bizancio, ni tampoco bajo el reinado Visigodo, esas comunidades debieron seguir el cristianismo o el judaísmo. Los cristianos sirios y judíos pertenecían a la etnia semítica. O sea, que tenemos en la Península Ibérica comunidades sirias que, seguro, dominarían la lengua (oral) árabe, además dominar la escritura griega y/o latín, pero no eran musulmanes. A nadie le extrañaría, pues, que al nacer el Califato Omeya y arabizarse el estado califal, el árabe se extendiera, pues les era necesario su dominio para el comercio y las demás relaciones sociales, culturales y políticas.

Otro elemento a tener en cuenta, y el argumento más poderoso que usa el profesor Ferrin, son las fuentes históricas. Si es imposible descubrir y fechar los sucesos históricos en los yacimientos y restos arqueológicos, lo más lógico es buscar esos datos en las fuentes escritas de tiempos contemporáneos. Y es aquí donde radica la mayor confusión pues, la mayoría de las fuentes usadas para dar apoyo a la visión oficial de las “conquista o invasión” fueron escritas muy posteriormente. Y, precisamente, fuentes escritas existen muchas, pero al parecer ninguna habla de invasiones o conquistas árabes o musulmanas. Dejo un apéndice con las diferentes fuentes


[1] Doctor en Estudios Islámicos, Profesor Titular de la Universidad de Sevilla (España). Miembro del personal de Estudios de Oriente Medio en la Universidad de St. John (Nueva York, Estados Unidos)

[2] Wikipedia


CRÓNICAS[1]

634.- La Doctrina Iacobi, las enseñanzas de Santiago, texto cartaginés fuertemente anti-judío.

639.- La Crónica de Sofronio, patriarca de Jerusalén.

642.- El papiro PERF 558, escrito en griego y parte en árabe; probablemente el más antiguo texto conservado en árabe. La información en griego habla de tributos a los magharitae y sarracenos.

648.- La Vida de Gabriel de Qartmin, monasterio en la actual Turquía, en la que se cita a los ocupantes como hijos de Agar.

655.- Crónica del papa Martín I -raptado por el emperador bizantino junto con Máximo el Confesor y muerto en Crimea en 655-.

659.- Las cartas de Ishoyahb de Adiabene -al sur del lago Van-, que citan en siríaco a los tayyaye -en posible relación con pueblos nómadas- y, nuevamente, los mhaggre -emigrados-.

660.- Crónica armenia de Sebeos, en la que se explican las alianzas entre los hijos de Ismael y los judíos, por ser todos descendientes de Abraham.

662.- Máximo el Confesor, discípulo de Sofronio el de Jerusalén, que imputa a los

judíos los desórdenes de la gente del desierto.

665.- El testimonio del papa copto de Egipto Benjamín I, que vivió la conquista persa de Alejandría, posteriormente la conquista bizantina -que le acarreó el exilio-, y fue restituido por los árabes en su puesto de papa alejandrino.

670.- Cartas del peregrino Arculf y las referencias en las crónicas de Beda el Venerable, con las alusiones a que se estaban removiendo los cascotes de la explanada del Templo en Jerusalén.

680.- Jorge de Reshaina, oponente de Máximo el Confesor -el ortodoxo defensor del monotelismo-. Le echa las culpas a Máximo de que la ira de Dios haya permitido que los árabes tomasen África y Chipre. Este Jorge de Reshaina, al igual que la supuestamente hispánica Crónica Mozárabe -que veremos más adelante- aluden a los árabes, o caldeos o ismaelitas, como consecuencia de un desorden, y no como causa del mismo 32. El implacable ataque de Jorge hacia el monotelismo de Máximo ubica ese tiempo de invasiones en un segundo plano, como si fuera una acción secundaria, un entorno tristemente conocido desde la evidente disgregación de Roma.

680.- El Apocalipsis judío atribuido -con cierta dificultad, todo sea dicho- a Simon Bar Yohai -coetáneo de la destrucción del Templo en el 70 de nuestra era, de ahí la dificultad- en que presentaría a los hijos de Ismael como la señal de que Israel accederá pronto a su salvación. Como es bien sabido, lo importante de toda falsificación no es en sí a quién se atribuye, sino cuanto implica en el tiempo de hacerse pública tal falsificación. En este caso, lo significativo es el descubrimiento de un vetusto Apocalipsis judío a finales de los 600, atribuyendo consideraciones salvíficas al desorden ocasionado por los hijos de Ismael -la tropa montada en asnos precederá a la de los camellos…-, en concordancia con la frenética actividad de desempolvar -o re-elaborar- las profecías atribuidas a Daniel, Elías, Enoch, Moisés, Zerubabel, o este Bar Yohai 33.

680.- El Bundahishn o Creación primera, la enciclopedia zoroastriana escrita en pahleví, habla de los tayikos y su heterodoxia.

681.- Los Trofeos -en realidad, logros, victorias- obtenidos contra los judíos de Damasco, crónica griega anti-judía que presenta un supuesto testimonio de primera mano de los ataques de los sarracenos, explicándolos como parte de una alianza de clanes judíos contra los bizantinos 34. El autor, monje iconófilo, enmarca su ataque en la polémica iconoclasta -de hecho, ¿cómo distinguir a un iconoclasta cristiano deuno judío o proto-musulmán, en esos tiempos?-.

687.- Atanasio de Balad, patriarca de Antioquía, describe en una carta determinadas irregularidades orgiásticas en que mujeres y hombres toman parte, siguiendo los sacrificios rituales de los agarenos 35.

687.- Juan Bar Penkaye, al final del libro 14 de su Síntesis de la Historia del mundo escrita en siríaco, comienza a relatar los hechos de su tiempo -continuará en el libro 15-. En ese colofón del libro 14, Bar Penkaye habla de los hijos de Agar en la tierra de los persas y de cómo vinieron por orden de Dios y dominaron todo no mediante la guerra y las batallas, sino de un modo más sutil. Como cuando se toma un hierro y se saca del fuego… 36.

694.- La crónica del obispo copto egipcio Juan de Nikiu, describiendo la situación como la justa venganza divina por los pecados de Calcedonia -el Concilio que tuvo lugar en 451-. A lo que podríamos añadir las descripciones del Apocalipsis siríaco del Pseudo-Metodio, describiendo la llegada de los pueblos de Gog y Magog –igualmente denostada en el imaginario judeocristiano que en el islámico, y apareciendo posteriormente, de hecho, en el Corán como una plaga-, o incluso otro Apocalipsis siríaco, esta vez el del Pseudo-Efraím, describiendo como profecía que un pueblo se alzará desde el desierto: la descendencia de los hijos de Agar…


[1] El año 711: consecuencias tomadas como causas. Emilio González Ferrín

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