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Mi desprecio por el mundo de los ricos

Mi desprecio por el mundo de los ricos

Puntualizo: cuando hablo del mundo de los ricos, no me refiero a la persona que sea rica, pues hay algunos que mantienen una actitud y pensamientos nobles y sinceros. Cuando hablo del mundo de los ricos me refiero, a una realidad social cerrada en sus castillos de cristal, donde el dinero y la ambición de poder domina sobre los valores éticos, los principios morales y la generosidad.

En árabe existe un término que define ese comportamiento llamado nafs, que no corresponde al “ego” ya que tiene un significado más profundo. El nafs se refiere a una parte específica de nuestro ser, y es esa parte de nuestro ser que tiene deseos, apetitos, algunas personas lo llaman ego. Tiene ira, tiene pasión, tiene lujuria, deseo, tiene todas estas cosas. Algunas personas incluso pueden llamarlo el yo carnal o el alma carnal. Es ese nafs que es soberano sobre un ser humano, tiene soberanía sobre nosotros. Lo que significa es que el nafs es soberano sobre nosotros, si es Ammarah , significa que estamos subyugados por él, estamos subordinados a él, escuchamos y seguimos todos sus dictados y órdenes. Entonces, este es el primer tipo de nafs y la señal de que una persona tiene este tipo de nafs es que peca voluntariamente, descaradamente, sin remordimientos, de cualquier manera que quiera1.

Si miramos los textos religiosos (Tora, Biblia, Corán y otros textos orientales) en ellos se condena los vicios humanos (pecados), especialmente los que tienen que ver con la avaricia, la usura, la lujuria, etc., pues esos vicios alejan al ser humanos de sus virtudes morales y espirituales. Y el objeto que simboliza esos vicios es el “dinero”, un concepto tan abstracto que puede ser representado, materialmente, por la moneda, las plumas de pájaros, sal etc., como lo han explicado los antropólogos e historiadores. Ante esos “pecados” el ser humano dispone de recursos morales y espirituales para no ser arrastrado a pensamientos y comportamientos que le degradan moralmente, ante sí mismo y ante la sociedad, pues nadie queda impune al castigo del pecado o, como se diría en el sistema mercantil, todos pagamos las facturas de nuestros vicios y debilidades.

Claro que, no sólo los ricos son víctimas de estos “pecados”, también los pobres o menos ricos pues, como el deseo y la avaricia no tiene límites, el deseo de tener más, poseer más, o ser más poderoso, contagia a todos los sectores sociales. Sin embargo, si miramos en la historia, los valores religiosos y espirituales han tratado de equilibrar la balanza de intereses y deseos humanos hacia el ámbito de valores positivos: amor, hermandad, misericordia, solidaridad, caridad, etc.

Con la aparición del capitalismo se ha combatido muchos de los valores sagrados antiguos, ya fuese para desacralizar la condena de la usura para beneficio “moral” de la banca, los espacios sagrados de las selvas2 para explotar las selvas vírgenes sin límites, o las profundidades de la tierra3 para extraer todo tipo de minerales. A medida que los grandes grupos bancarios y financieros se hacen más ricos, se impone crear una cultura superficial, mercantilista y consumista, sin más sentido que el producir y consumir. El papel asignado para el conjunto de los seres humanos (ricos y pobres) es el de consumidores y, quien no pueda llegar a esa categoría social, se le califica de “fracasado”.

Pero hay quien elige ese comportamiento conscientemente pues, como ya dijo el famoso Séneca, no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. Reducir los deseos de consumo permite menos esfuerzos para ganar el dinero y disponer de tiempo para cultivar la mente, la espiritualidad, el amor y cultivar la amistad.


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2.- Amazonia

3.- Carcebero

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